Odio los e-book.


Seré muy breve en esta publicación. Algo con lo que hacer relleno debido a mi ausencia. Lo que va a ocurrir a continuación es el ejemplo perfecto de cómo dispararse en el propio pie: confieso que no soporto los soportes de lectura digitales. Pero es una afirmación que atestiguan horas de examinar como un pervertido galerías de bookshelf porn en busca del más mínimo indicio de photoshop y semanas de planificación estructural para apilar columnas de libros de manera que la existencia de vida a su alrededor sea posible sin demasiado riesgo. El romanticismo primitivo de la celulosa o el poco apetecible acto de no poder pasar una página física en un ebook y conformarse con contemplar la obra encerrada en marcos de silicio que mancillan las fuentes tipográficas, las maquetaciones y las medidas originales. La locura obsesiva de quien iguala la lectura en papel con la película en pantalla grande, y la contrapone a la pantalla fría y el screener con el sonido ambiente de una sala de cine donde se puede oír al pajillero de la sesión cantando los turnos.

Cierto que el lector digital tiene algunas ventajas, permite que los insufribles amigos de hacer notas al margen de las páginas no garabateen los manuscritos que heredaran otros, aunque al mismo tiempo crea el dudoso perfil de lector que se lo compra para ahorrar dineros al subirse al barco con la calavera con tibias por pajarita. Pero la existencia del libro físico tiene una razón de ser incuestionable: que las compañías productoras de e-books, ipads y similares engendros electrónicos dejen de talar árboles al buscar huecos donde levantar sus fábricas.

El auténtico encanto de la página tangible reside en esas ediciones esculpidas a partir de la reverencia por el formato palpable, en aquellos esfuerzos por ofrecer un producto físico de estructura inimitable en otro medio. Obras que tumban el cliché de juzgar un libro por su portada, que desafían al enclaustramiento en un puñado de bits. Que deberían estar en un museo.

El Circo.


Pasadas las Elecciones Generales más reñidas de la corta democracia de nuestro país, toca reflexionar y analizar. Estas elecciones suponen un antes y un después para el futuro del gobierno. Gracias a la Ley D'Hont, el partido franquist... digo, el Partido Popular ha ganado las elecciones con una escasa "mayoría" que le impide gobernar. Digo "mayoría" entre comillas porque el PP ha sacado 5 millones de votos frente a los 15 millones que no le han votado, pero no pasa nada, esto es democracia. Por tanto, nos esperan unos días muy cansinos de negociación y pactismo, incluso cabe la posibilidad de volver a votar. Pero el futuro es incierto para todos excepto para el Rey, que siempre gana las elecciones. Hablemos pues de lo que han supuesto en si las elecciones. Para mí, destacan dos cuestiones: el cambio y la manipulación.

¿Aires de cambio?

Para empezar, debemos empezar por preguntarnos si España está realmente respirando aires de cambio. Vale que la presencia de partidos trotskistas como Podemos o falangistas como Ciudadanos en el Parlamento suponen romper con el bipartidismo. Pero ni las coletas ni la nieve podrán enfrentarse a los poderes económicos que gobiernan nuestro país. No podrán enfrentarse a empresas como Iberdrola, que durante la crisis ha aumentado en miles de millones de euros sus ingresos mientras tantos ciudadanos no pueden pagar la factura de la luz. No podrán, en definitiva, y menos como diputados, cambiar la raíz de los problemas de nuestro país, si es lo que mucha gente se espera. Raíces con nombre y cuentas bancarias como IBEX 35, la Troika, Merkel, Deutsche Bank,... Eses son los poderes, el gobierno no es ni más ni menos que el capataz. Por otra parte, el apoyo creciente a las minorías me ha esperanzado. Cuanto antes empecemos a entender que si realmente las urnas sirven para algo, es para crear pluralidad en el parlamento, evitar el monopolio de grandes partidos, antes podremos empezar a hablar de cambio. Pero todavía es insuficiente. Insignificante. Además, ¿que nos han hecho entender por cambio? ¿Votar en unas elecciones que legitiman el sistema supone un cambio? Queridas compañeras, o empezamos a reflexionar sobre nuestra situación y a asimilar que la única fuerza de cambio es organizarse, o no cambia nada. ¿Por qué si no crees que el Estado oprime tanto a esas minorías que se juntan y organizan? ¿Por qué si no crees que se mantiene una ley tan injusta como nuestra ley electoral? Los que nos organizamos y actuamos somos el verdadero cambio. Votar cada cuatro años, con Podemos o con cualquier otro ilusionista, es continuar haciendo lo mismo. Y ya sabemos de qué va lo mismo.

La manipulación

Encuesta del 2 de octubre publicada por El País el 15 de diciembre

Es realmente espectacular la capacidad de los medios para manipular incluso nuestro voto. Desde la publicación de falsas encuestas hasta la marginación de partidos políticos. Por ejemplo, antes de qué la Junta Electoral prohibiese la publicación de nuevas encuestas o pronósticos electorales para la jornada de reflexión, fueron muchos los medios como El País o Telecirco que publicaron encuestas de hace seis meses haciendo creer que eran actuales.


U otro ejemplo es TVE y las televisiones autonómicas, que se pasaron el pasado domingo de las elecciones publicando encuestas, hechas supuestamente a pie de urna, con las que no acertaron una. Encuestas que, por cierto, costaron 427.000 euros, y recordemos que la televisión pública la pagamos todos, aunque no lo parezca. Con esto, y con todo el bombardeo propagandístico, lo que se consigue es desviar la intención de voto de los indecisos hacia las fuerzas que parecen fuertes, pero que en realidad es falso. Otra forma de manipulación es hacer creer que la alternativa es Podemos o Ciudadanos, incluso últimamente se le ha dado relevancia a Izquierda Unida, y marginar a la vez a otros partidos. Cuando, como ya he dicho antes, los partidos monopolistas no son una alternativa. Un ejemplo, algo que me toca muy de cerca, es la Candidatura Nós de Galiza. Yo pertenezco a la militancia de esta candidatura, y nos hemos comido una buena hostia en estas elecciones. Se nos ha marginado de los medios, y se ha difundido en masa que los grandes partidos son lo correcto. Muchos en mi localidad se han alegrado de que en Marea haya arrasado, creyendo que, junto con Beiras en Anova, Galiza tendrá más presencia en el parlamento. Cuando la realidad es que ahora estaremos más desprotegidos que nunca. Con esto, lo que quiero subrayar, es la importancia del apoyo a las minorías que realmente representen una alternativa útil. Porque si por utilidad nos viene a la cabeza Podemos... Significa que los medios están canalizando bien el descontento y la ignorancia.


Para mí esto no supone nada más que estar cuatro días sin un gobierno legítimo. Pero, a pesar de toda mi crítica, y a pesar de la manipulación, me alegra ver como la gente, poco a poco, va tomando conciencia de algo, aunque sea con Podemos, pero al menos toma conciencia. En mi casa, sin ir más lejos, mi madre, que siempre ha pasado de la política porque es de esas personas que dicen eso de "son todos iguales", una gran mentira, ha votado a Podemos. No sé mucho de sociología política, pero el hecho de que la gente se implique, para mí sí es un cambio. Lo único que nos queda, nuestra última baza, es organizarnos como sociedad.

Un debate decisivo... para la perpetuación.

Los candidatos junto a los moderadores del debate

El 7 de diciembre, a 13 días para las elecciones generales, se organiza el debate a cuatro entre los representantes de las cuatro fuerzas políticas principales de cara a las elecciones: Pablo Iglesias, Albert Rivera, Pedro Sánchez y Soraya Saenz de Santamaría, vicepresidenta del gobierno. Ya es triste que el presidente de un país envíe a sus lacayos al linchamiento que a él le corresponde. Estoy seguro de que si le hubiesen preparado un plasma en los estudios de Atresmedia habría debatido sin problema. La cuestión es: ¿ha sido realmente un debate decisivo? Más que decisivo, ha sido aburrido. Aburrido y con síntomas de infantilismo, con un 'todos contra todos' lleno de críticas y falto de propuestas, con un absurdo 'y tu más' de los cuatro candidatos.

Hablemos primero del debate en si. Bien es sabido que Antena 3 es una oligarquía que no se la juega a la hora de medir lo que emiten. Ahora bien, cuando se organiza un debate político entre fuerzas políticas candidatas a las Cortes, deben participar todas las fuerzas políticas, y no las que más juego dan. Me refiero evidentemente a Izquierda Unida y UPyD y la marginación de estos por parte de los medios. Dejando a un lado UPyD, no es coherente organizar un debate decisivo y no convocar a una fuerza política que cuenta con cientos de miles de votos. No es coherente, por tanto, organizar un debate y llamarlo decisivo si se están marginando a cientos de miles de ciudadanxs. Los debates sirven como pedagodía política de cara a que los partidos presenten sus propuestas, tanto los grandes como los pequeños, y no como un escaparate cirquense en el que desvalorizar al rival, que es en lo que se convirtió el debate del 7-D. Y lo mismo digo para otras minorías candidatas al Congreso, como la candidatura Nós de Galiza, o Euskal Herria Bildu, o tantos otros. Los debates sirven para presentar propuestas y puntos de vista distintos, y, sobre todo, para decidir sobre los indecisos. Creo que discriminar a tantas propuestas políticas no es democrático, sino más bien la perpetuación del monopolio político por parte del régimen.

Alberto Garzón

Hablemos ahora, expuesto el debate, sobre los candidatos participantes. Pedro Sánchez, incapaz de convencer a nadie, se mostró burlesco, con aires de grandeza, creyéndose el más indicado para legar el gobierno de este país, dado que siempre ha sido así, y dándoselas de líder izquierdista poseedor de la razón absoluta. La pobre Soraya, más perdida que Cao de Benós el día del Orgullo, no sabía dónde meterse, y sin poder, evidentemente, defender sus posturas, optó por la crítica constante hacia el resto de candidatos. Albert Rivera, que dejó muy claro que es catalán, demostró una vez más su capacidad para hablar sin decir nada, pero hay que reconocerle el mérito de saber embaucar al personal. Por último tenemos a Pablo Iglesias, un Pablo que cada día que pasa reconozco menos, con un discurso moderado y que también fue tentado muchas veces por la crítica fuera de contexto.

Sin embargo, es evidente quién ha ganado el debate: Pablo Iglesias. Sobre todo con ese último discurso de olviden y sonrían para encandilar al más indeciso. Otro que también ganó el debate fue Alberto Garzón sin asistir al debate, siendo trending topic nacional por Twitter con el hagstag #FaltaGarzon.

En resumen, ha sido un debate muy paupérrimo, muy inadecuado de cara a lo que viene siendo la campaña electoral para el electorado. Parecía una especie de gallinero sin gallo. Algo muy raro. Por último, subrayar el notable feminismo de Soraya Saenz con esa frase de "que no le miren el móvil". Aunque apoyando a un partido que recorta 10 millones de euros en prevención de violencia machista, muy feminista no se puede ser.

Memoria histórica: por la dignidad de nuestros pueblos.


Tensiones de régimen. Ada Colau coloca la bandera republicana en el ayuntamiento de Barcelona y retira símbolos franquistas, surgen nuevos colectivos antifascistas y otros se reorganizan, Izquierda Unida y el PCE(r) reavivan su discurso antifranquista,... Renace, si bien en algún momento no estuvo vivo, el debate sobre la llamada "memoria histórica" y sobre los símbolos franquistas que todavía tienen presencia en muchos puntos de España. Como republicano que me considero, también se me revuelve el estómago al escuchar decir a retrógradas como Albert Rivera que no van a "abrir el debate" sobre los símbolos en las calles de un régimen que dejó 114.000 republicanos desaparecidos y enterrados, o escuchar a Esperanza Aguirre decir que "duda de que el franquismo se impusiese a la fuerza" o a Pablo Casado decir que "los de izquierdas son unos carcas que se acuerdan de sus abuelos cuando les conviene". Abuelxs asesinadxs que, por cierto, continúan en cunetas a día de hoy, y que gobierno tras otro desde el 78, supuesta entrada en democracia, han impedido a familiares recuperar a las víctimas. Por no hablar de que el Partido Popular ha denigrado a la Ley de Memoria Histórica, que al menos amparaba a las asociaciones que defienden la dignidad de las víctimas del franquismo, y que hoy apenas reciben subvenciones.

Estatua de Franco en Santander, siendo retirada

Dicho esto, a mí sí que me apetece, a diferencia de Rivera, abrir el debate. La cuestión es por qué permitimos que se mantengan monumentos al franquismo en nuestras calles, como los de Ferrol, Oviedo, Salamanca, Toledo, Valencia, A Coruña y un largo etcétera. Esta cuestión puede encontrar respuesta en:

- Desde el año 1978, año que consta como el fin de la dictadura y el inicio del desarrollo capitalista en España, los gobiernos, uno tras otro, han puesto trabas a aquellos que han intentado desempolvar los crímenes de la guerra y de la dictura. Además, los partidos tradicionales, más concretamente el PP o AP en sus tiempos, siempre han hablado de preservar la memoria histórica de un asesino como Franco, y así nos encontramos actualmente, manteniendo el Valle de los Caídos construído por presos republicanos, o la cruz franquista de Vigo, por ejemplo, de la cual el Tribunal Constitucional el pasado 25 de noviembre rechazó su retirada.

- En muchas regiones de España existe un fenómeno sociológico en torno al franquismo, haciendo incapié en su labor reformista por una España recta y católica. También están los que te dicen que Franco hizo cosas buenas, como la Seguridad Social. Se les olvidan las cartillas de racionamineto de alimentos, que no son cosa de la posguerra, sino de muchos años después. Parece ser que también se les olvida la brutal represión hacia las clases bajas, las minorías y los disidentes. Pero esto parece no importar en el individualismo facha.


A pesar de esto, ¿por qué mantenemos viva la figura del dictador? ¿Por qué todavía queda gente arraigada en ese régimen? En este país se dieron tres vías: los que no aceptaban el régimen, los que no lo aceptaban pero se callaban y los que, acomodados en su clase o asimilados en su miedo, aceptan un régimen que promete devolver los rasgos de una sociedad religiosa y una política reaccionaria. Así, hoy vemos como en municipios como Coria, el alcalde derriba de madrugada una estatua que homenajeaba a las víctimas del franquismo. O vemos que partidos tradicionales como el Partido Popular o el PSOE, y no tan tradicionales como Ciutadans, se niegan a retirar medallas a la figura de Franco, mientras partidos como IU o asociaciones como ARMH lo exigen y a veces lo logran. O vemos como se permiten y subvencionan asociaciones como la Fundación Francisco Franco, presidida por la hija del caudillo, que enaltecen la figura de este y convocan actos pro franquistas. Y muchos más ejemplos diarios que homenajean el régimen criminal de Franco.

Fosa común desenterrada en Euskal Herria


Yo creo que todo pueblo tiene derecho a conocer su historia. Pero una cosa es conocerla y otra es exaltarla y promoverla desde los intereses individuales o ideológicos, como los del Partido Popular. Se debe dar a conocer nuestra historia desde la veracidad, el racionalismo y la defensa de los Derechos Humanos, que el franquismo enterró. Los simbolos en las calles son una parte fundamental de nuestra memoria histórica, pero, como digo, deben ser expuestos desde la condena y no desde el elogio hacia un régimen que impidió que este país continuase con su camino vanguardista y progresista, que la república pretendía poner en marcha, condenándonos a 40 años de inexistencia cultural, de páramo político y artístico, de falta total de libertades, de torturas y represión, de hambre y de desigualdad,... Vivimos en un sistema que protege la apología de otro que condenó a nuestro pueblo a la ignorancia, la injusticia y la miseria.

Mapa de las fosas comunes del franquismo

No es tanto una cuestión de condena, que también, sino una cuestión de dignidad. De dignidad por las víctimas, vivas o muertas, que tuvieron que pagar el precio de la dictadura, y de las personas que luchamos y condenamos un sistema que ampara el apoyo y la exaltación de un personaje tan repulsivo como Francisco Franco y todo lo que hay detrás de él. Y si no nos vale este argumento, yo creo, de humanidad, al menos tengamos un poco de decencia y dejemos de ser el segundo país del mundo con más desaparecidos.

Juventudes Comunistas, protestando ante un símbolo de la Falange

- Artículos sobre la Memoria Histórica

- El PP y su apología al fascismo